martes, 8 de diciembre de 2015
El reformatorio del horror: El colegio Arthur G. Dozier
La historia de los Estados Unidos se suele tejer con numerosos huecos de oscuridad que se va sacando poco a poco a luz. Uno de sus sótanos más controvertidos y lamentables fue lo sucedido en un reformatorio de Tallahassee, la capital de Florida, durante todo el siglo XX.
Para dar testimonio de aquel horror, están muchos de los muchachos allí ingresados que, finalmente, pudieron dar su relato escalofriante de lo que allí vivieron. Y no sólo eso, los 55 cuerpos esparcidos por el terreno de aquel supuesto colegio para muchachos rebeldes, dan “voz silenciosa” sobre unas prácticas educativas poco comprensibles.
Ha hecho falta más un siglo para que este drama saliese a la luz.
La Escuela Industrial para Jóvenes Arthur G. Dozier
Pongamos una fecha al azar: 1960. Imagina que eres un muchacho de 14 años al que la vida, no le está tratando demasiado bien. Imagina que tus padres te maltratan y que un buen día decides escaparte de casa. Si en estos años vives en Tallahasee, sabes que las autoridades y los servicios sociales te llevarán a la escuela de Arthur G. Dozier. Pongamos por caso también, que tu familia sigue un estilo educativo tradicional y muy severo, dispones de unos padres autoritarios que deciden que lo mejor para ti es que pases todo un verano en un internado donde aprendas modales. También para ud se abrirían las puertas de la escuela de Arthur G. Dozier.
Se dice que estas instalaciones llegaron a tener inscriptos a más de 1.400 muchachos en sus años de bonanza. Pero el cuento de terror que se desplegó en este escenario fue tan real como atroz, de hecho, contaba con todos los elementos para cualquier película de horror de las que hoy vemos en el cine. Por fuera, el colegio era todo un ejemplo de modernidad y elegancia: amplios jardines donde se cortaba el césped diariamente, numerosos pabellones para los chicos, piscina olímpica, un campo de fútbol americano… Era como un campus universitario para los chicos rebeldes de la época. Pero con un importante matiz, muchos de los que entraban, no volvían a salir.
Tras aquellos muros elegantes de ladrillos anaranjados, se escondían violentas palizas, atroces castigos, violaciones y asesinatos. Roger Dean Kisser fue uno de los chicos que fue ingresado en el colegio Arthur G. Dozier, gracias a él, conocemos muchas de las cosas allí ocurridas por su libro “Los niños de la Casa Blanca, una tragedia americana”. Según él, el demonio se escondía tras cada árbol y tras cada brizna de hierba de aquellos jardines. Cuenta, que nada más llegar le asombró el pavoroso silencio que había en aquellas instalaciones. No estaba acostumbrado a tanto silencio, y más en un colegio.
Relata que su bienvenida a aquel lugar fue simplemente brutal. Apenas duró 5 minutos, pero jamás pudo olvidarlo. Dos guardas lo cogieron por los brazos y lo arrastraron a una sala. Seguidamente, lo apalizaron, lo asfixiaron y le dieron un sinfín de latigazos. Lo recuerda todo a cámara lenta… Tras aquella bienvenida, lo llevaron al médico con total tranquilidad. Estuvo allí desde 1959 hasta 1961. También hay otro interesante testimonio. Richard Newest también tenía 12 años cuando llegó al colegio Arthur G. Dozier. Tras pasar allí varios años, salió completamente destrozado física y psicológicamente. Quiso denunciarlo en un periódico, pero nadie, absolutamente nadie, le hizo caso. Su testimonio fue el siguiente:
“Apenas llegué a la escuela, ellos me quitaron el nombre y me convertí en sólo un número. Fui el interno R 297 durante ocho largos meses. El primer día me llevaron a un edificio, me ordenaron que vistiera un uniforme gris, me dieron un cobertor, una taza y un plato de aluminio. Me alojé en un dormitorio con otros 40 chicos, nadie estaba separado por edad. Los más jóvenes lloraban de miedo durante el día y en la noche intentaban permanecer en completo silencio. Todo el mundo quería ser invisible y no atraer la atención de los veteranos o de un guardia. Todo el mundo sabía lo que podría suceder si alguno de ellos te atrapaba a solas. Comía una vez al día y recibía una ración que no pasaba de una sopa rala de cáscara de papa y un pedazo de pan seco. Comíamos con nuestras manos, rápido para que nadie tomara nuestros alimentos. Aún hoy, después de tantos años, en ocasiones despierto sin aliento, pensando que estoy en la Escuela Dozier”.
Ahora un dato que seguro que va a sorprender. El colegio Dozier estuvo en funcionamiento desde 1900 hasta el 2011. La sombra de la sospecha siempre revoloteó por sus pabellones y amplios jardines, fueron muchas las denuncias que se cursaron y muchas las investigaciones iniciadas que jamás llegaron a ser concluyente. Fue con la publicación en el 2009 del libro “Los niños de la Casa Blanca, una tragedia americana”, cuando las cosas empezaron a tomarse en serio.
En los registros oficiales consta que en la escuela fallecieron 31 muchachos. Las tumbas siguen allí con cruces hechas de tubos de PVC. Pero hubo muchos, muchos chicos que simplemente, “se evaporaron”. La respuesta que les dieron a las familias fue que, seguramente, se escaparon. ¿Era esto verdad? Obviamente no, y gracias al libro y a la expectación social, se dictaminó finalmente la necesidad de iniciar una profunda investigación. Los antropólogos de la Universidad del Sur de Florida no tardaron demasiado en encontrar respuesta: Esparcidos bajo los amplios jardines del colegio Dozier se han encontrado ya 55 cuerpos. 55 cadáveres de muchachos que fallecieron torturados.
Se sabe que hay más cuerpos, pero para exhumarlos se necesita la autorización de las familias de las víctimas. Y a día de hoy es muy difícil encontrarlas, así, parece que el castigo para los culpables va a tardar en llegar.
Fuente:http://www.taringa.net/post/info/19136882/El-reformatorio-del-horror-El-colegio-Arthur-G-Dozier.html
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