viernes, 5 de diciembre de 2014

ALFREDO GALÁN “EL ASESINO DE LA BARAJA”

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Alfredo Galán Sotillo, más conocido como Asesino de la baraja, es un asesino en serie español condenado a 142 años y tres meses de prisión por seis asesinatos y tres intentos de homicidio. Mató a sus víctimas con una pistola Tokarev TT-33 que se trajo a España de su paso como militar por Bosnia, es conocido por su curiosa manera de marcar sus asesinatos con naipes.
BIOGRAFIA
Alfredo Galán Sotillo, natural de Puertollano, nació el 5 de abril de 1978. Estudio EGB en el colegio y, más tarde., BUP en el instituto, donde llegó a ser delegado de clase. Sus maestros lo recuerdan como un estudiante poco destacable e introvertido. En septiembre de 1998 entra en el Ejército, donde llega a ser cabo primero en la Brigada Acorazada, concretamente en el Regimiento Mecanizado Asturias 31, en la 2ª Cia. Participó en dos misiones humanitarias en Bosnia. Suspendió las pruebas físicas de acceso a la Escala de Cabos y Guardias de la Guardia Civil. En 2003, tras la catástrofe del Prestige en Galicia, su unidad es relevada de Bosnia y enviada a limpiar el chapapote. Tras robar un coche, tiene problemas con sus superiores. Más tarde es enviado al hospital Gómez Ulla de Madrid, donde le diagnostican neurosis y ansiedad, y, aunque su medicación era incompatible con el alcohol, él seguía bebiendo, y en marzo de 2003 se le da la baja definitiva. Ese mismo mes empieza a trabajar como guardia de seguridad en el aeropuerto de Barajas, ya que, al discutir con su superior, él sabía que no duraría mucho en el Ejército, por lo que había empezado a buscar trabajos.
ASESINATOS
Alfredo Galán Sotillo demostró ser un buen tirador en sus seis asesinatos y las tres tentativas. Todas sus víctimas fueron asesinadas a quemarropa, lo que explica por qué no reaccionaron. Siempre disparaba en la cabeza, la nuca o la espalda. Su primera víctima (5 de febrero de 2003) era un muchacho de 18 años que esperaba el autobús en una parada, cerca de Barajas. A su lado dejó un as de copas, al igual que en sus siguientes víctimas. Esta firma fue la que dio lugar a su nombre. Los forenses que intervinieron en la novena sesión del juicio coincidieron en algo: la persona que disparó contra las víctimas lo hizo a escasos centímetros, casi a quemarropa. Lo demuestra el hecho de que, al disparar a quemarropa, la pólvora quema el orificio de entrada. También hay restos metálicos procedentes del fulminante y, cuando toca el hueso, produce un fuerte estallido de la región ósea. Además, el propio humo de la detonación mancha la parte cercana a la herida. Los peritos que realizaron la autopsia de Juan Francisco Ledesma Ledesma coincidieron en que la bala entró por la región occipital —la parte trasera de la cabeza— y salió cerca del ojo derecho, lo que lo mató en el acto.
El disparo fue efectuado en una dirección paralela al suelo. Los forenses reafirman que el disparo pudo efectuarse con la víctima de rodillas, detalle que ya había sido expuesto por el asesino al entregarse en julio de 2003 en la comisaría de Puertollano. Una muesca en el zócalo de la habitación, procedente del proyectil percutido, así lo confirmaba.
Juan Carlos Martín Estacio fue asesinado con el mismo modus operandi. Murió de un disparo en la cabeza realizado por la espalda y con una trayectoria paralela al suelo.
Los asesinatos de Alcalá de Henares también fueron a bocajarro. El hijo de la dueña del bar Rojas, Mikel Jiménez Sánchez, murió por el balazo que entró por la región temporal y salió por la zona izquierda, para encajarse en el hombro. Juana Dolores Uclés fue disparada en la zona superior del ojo derecho. Al igual que los demás, el disparo fue mortal. El matrimonio asesinado, compuesto por George y Diona Magda, fue sorprendido en un pasadizo oscuro. El primero en ser disparado fue el varón, desde un lateral de su espalda. Su esposa, sorprendida, se giró e intentó protegerse con el brazo izquierdo. Alfredo la disparó tres veces más. Dos de los proyectiles la alcanzaron en la cabeza con una distancia de tan sólo cuatro centímetros. Murió a los dos días. La trayectoria de las balas era ligeramente descendente, como si hubieran sido efectuados a una gran altura. Galán Sotillo mide 1.90 m. El arma homicida es una Tokarev TT-33, calibre 7.62. El detenido explicó que la tiró a un vertedero de Puertollano.
Eduardo Salas resultó herido de un disparo en la cara el 7 de marzo del 2003, cuando estaba con una amiga, Anahid C., en la avenida de Viñuelas de Tres Cantos. De repente se les acercó un hombre alto que sacó una pistola y lo disparó una vez en la cara. El proyectil le entró por el carrillo derecho y le salió por la parte trasera del cuello. La víctima cayó desplomada al suelo, sangrando abundantemente.
Alfredo se acercó a la acompañante de la víctima con intención de efectuar otro disparo, pero la Tokarev se encasquilló. La mujer se arrodilló y se protegió la cabeza con los brazos. Alfredo tiró un dos de copas junto a su víctima.
Alfredo Galán Sotillo se entregó la tarde del 3 de julio en la comisaría de Puertollano (Ciudad Real), donde confiesa ser el asesino del Naipe.
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CONFESIÓN,JUICIO Y SENTENCIA
El juicio de Alfredo Galán estuvo lleno de irregularidades, culpa de los continuos cambios de declaraciones del acusado. El día 10 de septiembre cambió su versión ante la juez del Juzgado de Instrucción Número 10 de Madrid, exponiendo que las razones por las cuales había “confesado” ser el asesino, fue solo porque un neonazi le había amenazado con matar a sus hermanas si no se autoinculpaba. Alega que el vendió la Tokarev antes de los asesinatos, al grupo del susodicho neonazi. Esta declaración no fue tomada en cuenta por la juez. Además de su confesión es encontrado un casquillo de bala procedente del disparo que mato al portero. También se hallaron las prendas usadas para cometer los asesinatos. El repentino parón de asesinatos tras su detención, la identificación por parte de los supervivientes y el hecho de haber estado en Bosnia, donde supuestamente compró el arma usada en los asesinatos fueron datos relevantes aportados al juicio.
La Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a 142 años y tres meses de prisión al ex militar Alfredo Galán, el ‘asesino de la baraja’, por matar en 2003 a seis personas e intentarlo con otras tres en la Comunidad de Madrid. El tribunal acordó llevar al límite máximo las penas previstas para todos los delitos dado al manifiesto de desprecio por la vida humana expuesto por el acusado.En cualquier caso, y de acuerdo con la ley española, el ‘asesino de la baraja’ no cumplirá más de 25 años de cárcel. Para condenar a Alfredo Galán la sentencia empieza reconociendo “validez probatoria” de la confesión efectuada por el acusado tras haberse entregado a la Policía Local de Puertollano (Ciudad Real) el 3 de julio de 2003, más tarde reconoció los hechos ante el juez de instrucción, pero los negó al declarar en el Juzgado de Instrucción número 10 de Madrid.
Sólo ha reconocido como cierto que compró en Bosnia una pistola Tokarev TT-33, de calibre 7.62, y la introdujo ilegalmente en España. El arma, fue encontrada en casa de sus padres, pese a que Alfredo Galán aseguró que la había vendido a un conocido en enero de 2003. Según balística, los proyectiles proceden de la susodicha pistola. El tribunal considera que estos hechos y la confesión del acusado (además de ciertos detalles que no han sido publicados), incriminan al condenado. Además, los jueces consideran el silencio del reo una reafirmación de su culpabilidad. Además, la sentencia, que no reconoce la existencia de ningún tipo de patología psiquiátrica en Alfredo Galán, exime de responsabilidad civil al Estado. El tribunal basa su exención al Estado en el hecho de que los delitos no se cometieron en un establecimiento de propiedad estatal y en que el arma utilizada no fue la reglamentaria ni los asesinatos se perpetraron “en el ejercicio del cargo” del condenado, tal y como exige la ley.
De acuerdo con la sentencia, Alfredo Galán deberá indemnizar a los familiares de las víctimas y a las tres de ellas que sobrevivieron con un total de 609.182 euros por daños morales y lesiones. Según el testimonio de un policía durante el juicio, el asesino siempre daba los buenos días a sus víctimas y les pedía “por favor” que se arrodillaran antes de dispararlas “porque la educación es lo primero en la vida”. De acuerdo con el informe de los psiquiatras que examinaron al ahora condenado, Alfredo Galán es “un depredador humano que sale a la caza del hombre para humillarlo y matarlo”. Estos expertos aseguraron entonces que este tipo de comportamiento sólo se ve en la naturaleza, por lo que debería ser estudiado por la rama social y no por la psiquiátrica.
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