viernes, 27 de noviembre de 2015

El Misterioso Lago Bañolas En Gerona.

Es un lago “extraño” el de Bañolas, en cuyas aguas han desaparecido barcos, personas e incluso un avión militar ruso en plena Guerra Civil Española, un lago que avisa de que habrá un terremoto pronto con una bajada brusca de sus aguas y en el que se dice que vive, como en el lago Ness, un monstruo de grandes dimensiones. Además,si atraviesas el lago en calma en una noche de verano,es fácil que oigas el melancólico sonido de las campanas de la Iglesia de Porqueres,engullida por las aguas…
Nos remontamos a las postrimerías del lejano siglo VIII. Una bestia de terribles dimensiones había encontrado cobijo en una profunda caverna a orillas del lago de Banyoles, en Gerona. Al animal se le describe como poseedor de una gruesa piel de escamas provista de afiladas púas en la espina dorsal y con grandes alas aunque –debido a su gran peso – le era imposible volar. Sólo podía caminar con sus enormes patas y, al hacerlo, la tierra retumbaba a su paso.
Los cronistas de la época cuentan que escupía fuego por sus ojos y que su aliento era tan pestilente que podía envenenar el agua, secar los campos y transmitir enfermedades a animales y personas. Su gran apetito le llevó a devorar cientos de cabezas de ganado pertenecientes a los lugareños de la región e, incluso, empezaron a desaparecer algunos vecinos de la zona, hecho achacado a la acción del dragón, por supuesto.
Los vecinos, que se habían comenzado a refugiar en el interior de la muralla por temor a los ataques, solicitaron ayuda a las tropas de Carlomagno que se encontraban estacionadas en Gerona, durante una de sus incursiones contra los árabes.
Así, una columna de soldados llegó hasta la guarida del monstruo con el fin de deshacerse de él. Éste, sin embargo, mató a casi todos los guerreros. La noticia llegó a Carlomagno y decidió ponerse al frente de las tropas para vengar a sus hombres. A partir de aquí, existen dos versiones: en la contada por los cronistas del emperador, la lucha quedó en tablas. Para los campesinos que asistieron al combate, los soldados fueron derrotados nuevamente y la bestia perdonó la vida del ilustre guerrero.
Tras este intento fallido de eliminar al animal, los habitantes de la zona recurrieron a Mer, un conocido franciscano natural de Narbona que –al parecer – acompañaba también a las huestes del emperador. Sant Mer ( como la historia le conoció posteriormente ) se dirigió al encuentro de la Draga y se puso a rezar ante ella, con lo que logró calmar al animal y llevarlo mansamente hasta el pueblo.
Una vez allí explicó a los ciudadanos que , tanto las desapariciones de ganado como de hombres, estaban causadas por las tropelías llevadas a cabo por las huestes carolingias, que utilizaban a las reses para comer y a los hombres para enrolarlos forzosamente como soldados.
Se cuenta que, tras este suceso, el dragón volvió a su guarida en el lago y que, desde entonces, permanece sumergido bajo las aguas, de las que emerge en ocasiones para saciar su apetito con los peces que pueblan el lago de Banyoles.
Hasta aquí la leyenda que nos llega desde el siglo VIII. Pero, ¿ qué sucedió después ? Las crónicas nos hablan de avistamientos de un extraño animal en el lago y sus alrededores, así como de misteriosos encuentros con algo a lo largo de los siglos.
http://nadanoslibradeescorpio.blogspot.com.es
Entre finales del siglo XIX y principios del XX se produjeron diversos incidentes que reavivaron el interés por el monstruo del lago. Sebastián d´Arbó, en su libro Catalunya misteriosa, cuenta que “existen crónicas de tiempos relativamente cercanos, como finales del siglo XIX, de encuentros con el monstruo como, por ejemplo, el ataque a la diligencia que hacía el trayecto entre Olot y Banyoles, cuando salió del lago, se cruzó en la carretera y atacó a los viajeros.
El propio escritor nos ofrece una explicación, preguntándose si no se trataría de la presencia de una gran serpiente de agua buscando comida. Sin embargo, este tipo de ofidio nunca sobrepasa los dos metros de longitud y tiene hábitos alimenticios herbívoros.
Algunos expertos ( como cita Josep Guijarro en suGuía de la Cataluña mágica de 1999 ) han relacionado este suceso con el tanystropheus, un gran reptil del triásico que disponía de un largo cuello de hasta tres metros y se alimentaba de peces. Un ser quepodría corresponderse con la descripción que suele hacerse de la Draga, un gran reptil vegetariano que vive la mayor parte del tiempo en el agua y que –en la superficie- se desplaza a cuatro patas.

Este ataque a la diligencia de Olot no es el único suceso violento que se achaca a la intervención del monstruo. Nos trasladamos a la tarde del 26 de mayo de 1913. Con motivo de haber cantado misa un nuevo presbítero de Banyoles, un grupo de asistentes se dispone a dar un paseo por el lago en una lancha-automóvil, una embarcación de recreo.
A los pocos minutos, la lancha volcó sin causa aparente, pereciendo diez de los doce pasajeros. Los intentos de auxilio fueron inútiles, al igual que los esfuerzos por recuperar los cadáveres. Meses después aparecieron algunos miembros sueltos y troncos de algún fallecido, flotando en avanzado estado de descomposición, pero nada más. La imaginación popular identificó rápidamente al culpable de la desgracia: la Draga.
El mismo culpable se ha querido ver en otro terrible naufragio ocurrido en época más reciente, concretamente el 8 de octubre de 1998. A las 10.30 de la mañana, L’Oca( un barco de recreo que navega el lago con fines turísticos ) zarpó del embarcadero con 141 jubilados franceses a bordo. 
Barco L’oca(http://www.abc.es )
A los quince metros, el patrón descubrió que entraba agua por los respiraderos de popa. Quiso volver y poner rumbo a la orilla pero, en tan solo dos minutos, el barco se hundió pereciendo 20 personas. En esta ocasión, la rápida intervención de un grupo de excursionistas que visitaban la zona, impidió que la tragedia alcanzara proporciones mayores. El exceso de pasaje fue la causa atribuida al hundimiento del barco… aunque especialistas consultados consideraban improbable que una embarcación de estas características naufrague por este motivo.
Barco hundido L’ocahttp://servicios.elcorreo.com)
Parece ser que la leyenda, la realidad ( tal vez deformada ) y la imaginación popular se han unido para hacer del lago de Banyoles un lugar cargado de misterio. De misterio o , más bien, misterios, porque a la supuesta existencia del monstruo, debemos añadir la presencia en el lugar de otros seres, procedentes del universo mágico, como son las “Alojes”, unas inmortales y lascivas hadas capaces de encantar a los campesinos con su música y su presencia. O la famosa aparición de “Los niños verdesde Banyoles” en 1887, supuestamente procedentes de un mundo subterráneo, que causó gran sensación en la época. 

http://www.taringa.net 
Unos campesinos vieron salir de una gruta a dos niños, un varón y una hembra de aspecto raro. Sus vestidos eran de un material desconocido por ellos y su piel presentaba un color verde como las hojas de los árboles. Los niños hablaban un idioma desconocido. Al parecer, especialistas que llegaron desde Barcelona intentaron si éxito identificar de qué idioma se trataba.
Fueron entregados en custodia a un juez local llamado Ricardo de Calno. Los sirvientes de este juez trataron en vano de quitarles el color verde pensando que era un maquillaje, pero cejaron en su intento después de darse cuenta de que era la verdadera pigmentación de su piel. Sus rasgos faciales presentaban un claro aspecto negroide con la diferencia de unos ojos rasgados tipo asiático. Por espacio de unos días les fueron presentados multitud de alimentos negándose a comer, excepto cuando les llevaron judías verdes que las tomaron de buen grado. El niño falleció poco después, se supone que muy debilitado. La chica sobrevivió durante algunos años trabajando como sirvienta en casa del juez. El color de su piel se fue transformando en un tono mas claro hasta casi adquirir el color de la raza blanca. Con el tiempo aprendió un poco de español y fue capaz de describir el país de donde venia y cómo habían llegado al nuestro.
Dijo que llegaron de un país subterráneo donde no había sol, y vivían en un atardecer constante. Los niños carecían de páncreas y solo tenían un pulmón. La piel estaba compuesta de fibras desconocidas por la ciencia de la época. Según contaron, la iluminación de su mundo era mediante unas bolas solares que permitían crecer a las plantas. El mundo de donde procedían estaba separado del nuestro cientos de millones de km, habian llegado gracias a un aparato que por curiosidad en su mundo los transporto al nuestro, y no al mismo tiempo, sino que al pasado.
También se han producido en el lago desapariciones de aviones durante la Guerra Civil española, recuperándose sólo el motor del aparato, apariciones de luces fantasmales en su superficie, extrañas corrientes submarinas, enormes fosas conectadas con otros lagos como se deduce del hallazgo de un buzo francés (espeleólogo) desaparecido en el sur de Francia,cuyos restos se hallaron en Bañolas, bruscos cambios de temperatura en el agua, luces y sonidos tenues que llegan desde la incierta profundidad,avistamientos ovni…..
Avión ruso Tupolev SB-2(Katiuska) derribado en el lago Bañolas.
Un poderoso cóctel que hace de Bañolas un lugar peculiar y atractivo.… En definitiva, nos encontramos ante un lugar tradicionalmente mágico y anómalo en el que la existencia ( o no ) de la Draga no es sino la guinda del pastel del misterio del lago de Banyoles.















Fuentes:
https://labitacoradelmiedo.wordpress.com/2012/10/07/el-misterioso-lago-banolas-en-gerona/
http://criptozoologos.blogspot.com.es

DOGGERLAND: LA ATLÁNTIDA DEL NORTE


Hace 8.000 años, un devastador tsunami asoló una vasta región emergida en pleno Mar del Norte, arrastrando al fondo del océano a la avanzada civilización que la habitaba. ¿Otra leyenda sobre mundos perdidos? En absoluto. Arqueólogos británicos han confirmado la existencia real de una isla-continente con todos los requisitos para ser la verdadera Atlántida. Por Francisco González

La Atlántida, Lemuria, Hiperbórea, Mu… Los escépticos claman contra la materialidad de estos territorios. Son leyendas –suelen aducir–, simples mitos producto del imaginario popular; ya saben, del recurrente inconsciente colectivo que argumentara Jung. Y es cierto que las evidencias físicas no ayudan a ponerlos en los mapas. Los arqueólogos no han hallado resto alguno que demuestre fehacientemente su existencia histórica. ¿O los han encontrado y el problema es que no supieron ponerlos en contexto? En este sentido, el ejemplo que vamos a mostrarles a continuación resulta paradigmático. Se trata de Doggerland, una región soslayada por la ciencia pero tan firme y real como la tierra que pisamos.
Curiosamente, la existencia de Doggerland ya era más que una sospecha desde principios del siglo XX. Por aquel entonces, muchos pescadores del oeste de Europa, sobre todo los que faenaban en aguas al norte del Canal de la Mancha, recogían en sus redes fragmentos de aquella realidad olvidada. Cuernos de grandes cérvidos, enormes huesos de mamuts lanudos… A los pescadores, claro está, no les hacía gracia alguna encontrar entre el pescado aquellos pesos muertos e invendibles. Y mucho menos cuando lo que aparecía en las redes era una calavera humana. Entre las gentes del mar, semejante hallazgo no presagia nada bueno.
Obvia decir que la mayoría de estas piezas eran arrojadas de inmediato por la borda, aunque no todas. De vez en cuando, algunas llegaban a puerto y terminaban en manos de anticuarios o coleccionistas, o de arqueólogos aficionados para quienes el inerte botín tenía especial significado; sobre todo cuando eran informados de su procedencia exacta, a muchas millas de la costa. ¿Cómo habían llegado hasta allí aquellos grandes mamíferos? ¿Nadando? Imposible. La respuesta era más simple y lógica, pero no por ello fácil de asumir. Mucho tiempo atrás, tanto como 10.000 años, sobre aquellas aguas existió un vasto y emergido territorio, tan extenso y sólido que un habitante de Escocia podía llegar hasta Holanda caminando.… o una ardilla saltando de un árbol a otro. Y es que el paisaje de Doggerland no era la tundra helada que presuponían los científicos, sino una masa boscosa más parecida a la que aún caracteriza, por ejemplo, a muchas áreas escandinavas. 

BOSQUES BAJO EL MAR
Las evidencias de que Doggerland estuvo cubierta por bosques son tan numerosas como incontestables. El Daily Mail ya informaba al respecto a finales de enero de 2015, cuando varios submarinistas que buceaban frente las costas de Norfolfk, en el este de Inglaterra, descubrieron un bosque sumergido y petrificado que parecía perderse mar adentro. No eran los primeros en percatarse de la insólita presencia de árboles hundidos frente al litoral británico. En marzo de 2014, una unidad de buceo de la Royal Navy halló un pinar petrificado junto a la Isla de Man. El bosque permanecía oculto bajo cinco metros de arena y, al igual que el descubierto en Norfolk, las dataciones lo remontaron 10.000 años atrás.
Más recientemente, arqueólogos, geólogos, biólogos e informáticos de las universidades de Bradford y Birmingham, ambas en el Reino Unido, nos están proporcionado asombrosos detalles sobre este territorio perdido. Por ejemplo, que su extensión aproximada fue de 260.000 kilómetros cuadrados (mayor que la de la actual Gran Bretaña), que los cambios climáticos lo redujeron hasta quedar convertido en una isla del tamaño de Sicilia y que, finalmente, desapareció a causa del devastador tsunami –con olas de hasta 20 metros– que siguió a los desplazamientos tectónicos ocurridos en la plataforma continental noruega, conocidos como deslizamientos de Storegga…















Fuente:http://www.xn--revistaaocero-pkb.com/secciones/civilizaciones-desaparecidas/doggerland-atlantida-del-norte

MUÑECOS QUE SE MUEVEN SOLOS! vol 2

MUÑECOS QUE SE MUEVEN SOLOS!

Los seres mas raros del mundo - Criptozoologia 2015

miércoles, 25 de noviembre de 2015

CONTACTO EXTRATERRESTRE LA EVIDENCIA OJUELOS MEXICO

INCREÍBLE ENCUENTRO CON DOS EXTRATERRESTRES EN MÉXICO // RazaDesconocida

¡¡¡TIENES QUE VER ESTO!!!! OVNI ABDUCE A UN GRUPO DE PERSONAS ANTE LAS C...



El viaje en el Tiempo ha sido una constante, casi en una dominante en los relatos de ciencia ficción. Pero, ¿es posible que por causas que aún desconocemos algunas personas puedan ser “proyectadas” fuera de su tiempo, o abrirse “ventanas” que permitan atisbar lo ocurrido en algún momento del pasado o del futuro? La literatura de los fenómenos extraños abunda en ejemplos. Pero muchos de ellos son ambiguos, de difícil constatación. Empero, algunos son realmente impresionantes, no solamente por su naturaleza sino porque a través de los años, investigados una y otra vez, sobreviven a todas las críticas y rechazan todas las explicaciones “naturales”. He aquí dos de ellos.



Quisiera abusar de la amabilidad y paciencia del lector para extenderme ahora en dos casos documentadísimos de “apariciones espectrales”, tanto para ilustrarle en profundidad sobre este fenómeno paranormal como, a los efectos de este artículo, inducir las obvias vinculaciones con el triste episodio que nos ocupa. En una cálida tarde de agosto de 1901, dos maestras inglesas de mediana edad, las señoritas Anne Moberley y Eleanor Jourdain decidieron aprovechar sus vacaciones en París para visitar el palacio de Versalles, que ninguna de las dos conocía. Ambas se interesaban por la historia y poseían cierto nivel cultural, ya que la señorita Moberley era directora del Instituto St. Hugh, y la señorita Jourdain, de una escuela de niñas en Watford. Ninguna de las dos tendía a ser crédula o neurótica. Después de recorrer el palacio se sentaron a descansar en la Galería de los Espejos.


 Las ventanas abiertas y el aroma de las flores las incitaron a volver a salir, esa vez en dirección al Pequeño Trianón, el palacete que Luis XV construyó en los terrenos de Versalles, y que su sucesor, Luis XVI, regaló a la reina María Antonieta. Llegaron a un lago alargado, a cuya derecha había un bosquecillo con un claro y después a otro estanque, junto al cual se levantaba el Gran Trianón, palacio construido por Luis XV. Lo dejaron a su izquierda y llegaron hasta un sendero a cubierto de hierba. No estaban seguras del camino y, en vez de bajar por el sendero que llevaba directamente al pequeño Trianón, lo cruzaron y siguieron por un sendero lateral. La señorita Moberley vio a una mujer asomada a la ventana de un edificio que había en un recodo del sendero; sacudía una tela blanca. La inglesa se sorprendió al ver que su amiga no se detenía a preguntarle el camino. Después se enteró que la señorita Jourdain no lo hizo porque no había visto ni a la mujer ni al edificio. A esas alturas, las dos mujeres no tenían conciencia de que sucediera algo extraño, y conversaban animadamente sobre temas que no tenían nada que ver con el misterio. Doblaron a la derecha, pasaron junto a unos edificios y distinguieron el final de una escalera tallada al otro lado de un portal abierto. No se detuvieron, sino que tomaron el sendero central de los tres que había delante de ellas; la única razón para que lo hicieran fue la presencia de dos hombres que parecían estar trabajando allí, con una especie de carretilla y una pala puntiaguda. Parecían jardineros, aunque las mujeres pensaron que vestían de forma rara; llevaban largas chaquetas gris verdoso y tricornios. Los hombres les dijeron que siguieran en línea recta y las amigas continuaron como antes, absortas en su conversación. Fue más o menos entonces cuando las dos mujeres comenzaron a sentir una cierta opresión (de forma independiente; no comentaron el hecho en aquél momento); observaron que su entorno era curiosamente llano, y ambas tuvieron la sensación de que el paisaje se había vuelto bidimensional. Esas sensaciones se hicieron abrumadoras cuando se acercaron a “un pequeño kiosco de jardín, circular, como un kiosco de música; junto a él se sentaba un hombre”. A ninguna de las dos les gustó el aspecto del hombre: su rostro era oscuro y repulsivo. Notaron que llevaba una capa y un sombrero al estilo español. Aunque no se sentían muy seguras de su camino, por nada del mundo le hubiesen dirigido la palabra al hombre del kiosco. Sintieron alivio al escuchar pasos que se acercaban aprisa detrás de ellas pero, cuando se volvieron, el sendero estaba vacío. Con todo, la señorita Moberley vio a otra persona que apareció súbitamente. Parecía “sin duda, un caballero... alto, con grandes ojos oscuros... cabellos negros rizados”. Él también llevaba capa y sombrero español y parecía nervioso cuando les indicó dónde estaba la casa. Les sonrió de una forma que les pareció peculiar pero, cuando se volvieron para darle las gracias, había desaparecido. Volvieron a escuchar el ruido de alguien que corría, aparentemente muy cerca de ellas, pero no vieron a nadie. Cruzaron un puentecito sobre un barranco en miniatura, miraron la cascada que caía junto a él y, finalmente, llegaron “a una mansión campestre pequeña, cuadrada y sólidamente construida” con una terraza que daba al norte y al oeste. La señorita Moberley vio a una dama sentada en el césped, de espaldas a la terraza, que parecía estar haciendo un dibujo. La dama las miró fijamente cuando pasaron junto a ella. La señorita Moberley comentó que, aunque era bastante bonita, ya no era joven, y no le pareció atractiva.  Esto no le impidió observar el vestido que llevaba, de una tela ligera y escotado. Sus abundantes cabellos rubios estaban cubiertos por un gran sombrero blanco. Las dos inglesas pasaron junto a ella en silencio y subieron a la terraza; la señorita Moberley se sentía como si estuviera andando en sueños. Entonces volvió a ver  la dama, esta vez de espaldas, y sintió alivio porque la señorita Jourdain no le había preguntado si podían entrar a la casa. En realidad, la señorita Jourdain no la había visto. Estaban ya en el ángulo suroeste de la terraza. Cuando se volvieron, vieron una segunda casa de la que salió un joven (con “aspecto de lacayo”) quien les ofreció acompañarlas en la visita. Entonces se les unió una alegre boda y se sintieron de mejor humor. Las dos señoritas no hablaron de estos acontecimientos durante la semana siguiente. Solo cuando la señorita Moberley se puso a escribir su versión de los hechos y volvió a sentir una sensación de opresión, preguntó a su amiga “¿No crees que el Pequeño Trianón está embrujado?”. La señorita Jourdain pensaba lo mismo. Sólo entonces compararon las notas y supieron las diferencias existentes entre sus experiencias. Ambas mujeres escribieron, tres meses después y por separado, sendos relatos completos de lo sucedido. Este lapso de tiempo fue uno de los factores que provocaron el escepticismo de comentaristas posteriores: los recuerdos de un suceso, registrados al cabo de tres meses, eran menos exactos que si se redactaban de forma inmediata. Las maestras eran pues, sospechosas de “reconstrucción imaginativa”. Sin embargo, existían leyendas relacionadas con el Trianón que apoyaban su versión. Una amiga parisina de la señorita Jourdain le contó que gente de Versalles había visto a María Antonieta, un día de agosto, sentada en los jardines del Pequeño Trianón, con un vestido rosa y un gran sombrero de paja. El lugar, en su conjunto –las personas presentes y el tipo de diversiones- parecía, según dijo esta amiga, una reproducción exacta del fatídico 10 de agosto de 1792, día del saqueo de las Tullerías, de la fuga de la familia real a París y del encarcelamiento del rey y la reina en el Temple. Las dos señoritas se preguntaron si se habrían topado con algún recuerdo de la reina, proyectado por ella sobre el Trianón o retenido por el propio lugar. Desconcertadas por lo que habían encontrado, decidieron comparar los detalles de su experiencia con los hechos, y regresaron a Versalles. La señorita Jourdain volvió sola al Trianón en enero del año siguiente, y de nuevo sintió la cualidad alucinatoria en el lugar, derivada en parte de la atmósfera y en parte de lo sucedido anteriormente. Algunos detalles eran diferentes: el kiosco, por ejemplo, no parecía ser el mismo edificio, y al comienzo no sintió nada extraño. Sólo cuando atravesó el puente que conduce al Hameau (“Aldea”), donde la reina María Antonieta y sus amigos jugaban a los campesinos, sintió como si hubiese atravesado una línea, como si hubiese entrado en un “círculo de influencia”. Vio un carro que estaba siendo cargado de leña por dos peones que llevaban túnicas y capas con capucha. Volvió un momento la cabeza hacia el Hameau, y cuando miró nuevamente los dos hombres y el carro habían desaparecido. Hubo otros incidentes: la visión de un hombre embozado moviéndose entre los árboles, el crujido de vestidos de seda, la sensación de estar rodeada por una multitud de seres invisibles, el sonido de una banda distante tocando música ligera; pero ninguna de esas sensaciones era comparable a los hechos de agosto de 1901. Las dos amigas volvieron varias veces a Versalles, pero nunca revivieron su primera experiencia. Por el contrario, descubrieron que la disposición del jardín había cambiado mucho desde su primera visita. Algunos bosques habían desaparecido, ciertos senderos también; había edificios alterados: el kiosco había desaparecido. El barranco, el puente y la cascada, también. El Trianón del siglo XX tenía muy poca relación con el que habían visto la primera vez. Desconcertadas e intrigadas, las dos maestras emprendieron una investigación de la historia del Trianón de la reina María Antonieta. Hay que tener en cuenta lo poco que se sabía en aquella época de las experiencias retrocognocitivas a gran escala. Como esta aventura fue especialmente compleja, la explicación más simple parecía ser que habían tenido una alucinación, que sus recuerdos eran inexactos o que estaban “adornando” su experiencia: también se habló mucho que ninguna de las dos mujeres se apercibió en aquél momento de que estaban viendo cosas que no existían. Este último punto me parece el menos interesante, entendible en los criterios escépticos de la época pero no a la luz de la amplia documentación casuística que sobre lo paranormal tenemos hoy en día. Porque si existe una constante psicológica en la mayoría de los testigos, sea de episodios OVNI, fenomenología ultraterrena o insólita, es lo que yo llamo la suspensión de la incredulidad. Él o la testigo conviven emocionalmente cómodos con el bizarro episodio, generalmente sin que sus más curiosos aspectos les llame en el momento la menor atención, y no es sino hasta horas, días o meses después que ellos mismos se preguntan el porqué de su aparente indiferencia. Las dos maestras se sentían lo suficientemente convencidas de la rareza de su experiencia como para querer comprobar los hechos, ya que en los años siguientes se tomaron el trabajo de investigar los detalles de la estructura original del Trianón, la disposición primitiva de los jardines y el nombre de su responsable, la clase de trabajadores que podía emplear la reina allí y los uniformes que podrían haber llevado. A la luz de los resultados, el sarcasmo de un periodista que dijo que habían visto a gente real en 1901, con ropas de 1901, no se sostiene. Los uniformes gris – verde y los tricornios no correspondían a funcionarios del Trianón de 1901, ya que “el verde era el color de la librea real, y ahora nadie lo lleva”, según los resultados de la investigación de Moberley y Jourdain, publicada en las últimas ediciones de su libro “An adventure” (“Una aventura”). Las apariciones, ¿pudieron ser una mascarada? La música fantasmal, ¿la de una orquesta real que tocaba fuera de la vista? Quizás, pero, ¿por qué había máscaras corriendo por bosques inexistentes y senderos desaparecidos en un cálido día de agosto de 1901? Se podrá objetar que Moberley y Jourdain se paseaban por ese mismo paisaje en ese momento, pero no corrían, ni iban disfrazadas. En cuanto a la música que oyó la señorita Jourdain en 1902, descubrió inmediatamente que ninguna banda había estado tocando esa tarde. El kiosco que vieron se parecía algo a uno que había figurado en los planes originales del Trianón como una ruine –que no se traduce como “ruina” sino como “locura decorativa”- pero no es seguro que fuera construido alguna vez. De hecho, el kiosco fue una fuente de dificultades para las dos maestras en sus esfuerzos por identificarlo con algún rasgo original del Trianón; vacilaron y modificaron sus opiniones. Les parecía que “tenía algo de chino”. Un crítico francés, León Rey, que escribía en La revue de Paris, lo identificó con un edificio llamado Jeu de Bague, que era de estilo vagamente oriental. Pero las dos inglesas no estuvieron de acuerdo y señalaron las discrepancias entre el kiosco del 10 de agosto –que, después de todo, ellas habían visto y Rey no- y el Jeu de Bague. Su referencia a “algo de chino” no fue hecha hasta 1909, lo que sugiere una ocurrencia tardía. Sin embargo existen datos que, en 1774, el jardinero jefe de María Antonieta, Antoine Richard, había planeado la construcción de un kiosco pequeño, del tipo del que las dos maestras creyeron ver en 1901. A medida que uno examina los hechos narrados por Moberley y Jourdain y las acusaciones y contraacusaciones que se les hicieron a lo largo de los años (hasta los ’50), su relato y su interpretación se vuelven cada vez más enigmáticos. El hombre moreno que inspiró tanta aversión a las maestras fue identificado como el conde de Vaudreuil, quien desempeñó un siniestro papel en los últimos meses del reinado de María Antonieta, aunque otro crítico sugirió que la figura podía haber sido el anciano Luis XV. Resultaría pesado reconstruir los pasos de las investigaciones que Moberley y Jourdain realizaron a lo largo de varios años. Fueron mujeres equilibradas, sensatas y verdaderamente intrigadas por lo que les sucedió aquél día de agosto de 1901. Sus investigaciones posteriores parecen tan completas como permitieron la oportunidad y la disponibilidad de recursos. Tampoco fue única, en cuanto a escala, aventura de Versalles, ya que otras dos inglesas vivieron una experiencia similar en Dieppe, Francia, cincuenta años después. Dorothy Norton y Agnes Norton estaban de vacaciones en Francia, en Puys, un pueblecito cercano a Dieppe. A las 5 y 20 de la madrugada del 5 de agosto de 1951, Agnes se despertó y preguntó a Dorothy: “¿Oyes ese ruido?”. Dorothy lo oía; de hecho, lo había estado escuchando desde hacía “unos veinte minutos”, según el relato que escribió después. Las dos mujeres se quedaron despiertas y escucharon los extraordinarios ruidos que parecían provenir de la playa. Dorothy los describió después como “un rugido que disminuía y aumentaba”. Finalmente, encendieron la luz y salieron al balcón, pero no pudieron ver la costa ni descubrir la fuente de los sonidos. Los ruidos eran cada vez más fuertes. Las dos mujeres pudieron distinguir diferentes tipos. Dorothy identificó “gritos, cañonazos y bombardeos en picada”, además de un bombardeo ocasional; según Agnes, los sonidos eran una mezcla de “cañonazos, granadas, bombardeos en picada, lanchas de desembarco y gritos humanos”. Agnes declaró también que todos los sonidos parecían llegar desde muy lejos. Mientras escuchaban los ruidos, las dos mujeres llegaron gradualmente a la conclusión de que el origen de éstos debía ser paranormal.  Al día siguiente, ambas tomaron nota muy detallada de los momentos en que escuchaban diferentes tipos de sonidos, en relatos separados, en los que aparecen pequeñas variantes. Por ejemplo: aunque ambas dicen que la primera serie de ruidos cesó a las 4,50, Agnes afirma que la segunda serie había empezado a las 5,07, mientras Dorothy dice que fue a las 5,05. Cada una tenía su propio reloj, pero admitieron que el de Agnes solía ser más exacto, ya que el de Dorothy atrasaba algo. Los investigadores G.W Lambert y K. Gay, de la Society for Psychical Research, establecieron un cuadro detallado en el que comparaban el relato y las observaciones de las dos mujeres con lo sucedido durante la incursión sobre Dieppe. Los acontecimientos del 19 de agosto de 1942 comenzaron a las 3,47 de la madrugada. La “hora cero” para el desembarco de carros de combate en Puys y Berneval tendría que haber sido a las 4,50, pero se produjo una demora. La primera ola de barcazas llegó a Puys a las 5,07, y a las 5:12 los destructores habían comenzado a bombardear Dieppe. La fuerza principal desembarcó a las 5,20. Los edificios de la costa ya estaban siendo atacados por los Hurricane de la RAF que llegaron a las 5,15. A las 5,40 terminó el bombardeo. Exactamente diez minutos después llegaron 48 aviones más de la RAF y se unieron a la batalla. Estos detalles cronológicos fueron tomados por Lambert y Gay de un relato de la incursión totalmente desconocido por las dos mujeres.