L.C era un hombre de negocios de Southwest, Louisiana y acababa de salir de Abbeville junto a su socio comercial, un hombre llamado Charlie. Andaban discutiendo cosas sobre su trabajo mientras se dirigían con su coche por la carretera 167 cercana a la localidad de Lafayette. Era un día como cualquier otro, un 20 de octubre de 1969. La hora: la una y media de la tarde. Sol y buen tiempo, ventanillas bajadas y el aroma del césped de los campos aledaños en el ambiente. Nada extraño, todo normal, eso sí, ni un solo coche en todo el camino, algo bastante raro porque solía ser una carretera bastante transitada aunque fuese comarcal.
L.C. iba comentando sus impresiones de un próximo trato con Charlie cuando de repente vieron a lo lejos un vehículo antiguo, muy antiguo que transitaba a paso de tortuga. Pensaron que se trataría de un coche de exposición, similares a los que se exponen en los museos y decidieron rebasarlo y aminorar la marcha para verlo bien. No te encuentras algo así todos los días. Aquel coche parecía estar nuevo, casi salido de la tienda y pensaron que acababa de ser restaurado. Pero algo no encajaba. La matrícula tenía una licencia original que no correspondía con las del año 69. Era muy anterior a aquella época y por tanto, y según las leyes de ese estado, tenía una identificación no apta para transitar. Había una cifra en aquella matrícula: 1940. Estaba reluciente, como recién salida de fábrica.
El punto de la carretera 167 en donde ocurrió el incidente.
Bueno, pensaron, todos tranquilos, una exposición con las piezas originales. Pues qué bien. Vamos a verlo igualmente. El problema fue que cuando se pusieron a su misma altura observaron a una mujer con un vestido propio de 1940, con una niña en el asiento de atrás con el aspecto que tenían los críos hacía 30 años, en los años 40. Asombrados, observaron cómo además llevaban las ventanillas totalmente subidas. Iban además, demasiado abrigadas. No tenía sentido, pero lo que más les impactó de todo fue que la mujer se puso a gritar como si jamás hubiese visto un coche de ese tipo y unos hombres con tal aspecto. Su mueca de terror les produjo una sensación increíble de desasosiego. Estaba llorando aquella mujer del susto, mientras la cría miraba por la ventanilla con cara de espanto.
Nadie se cruzó con ellos durante todo el incidente, nada cambió aparentemente en el ambiente. Y L.C. y Charlie comenzaron a intentar comunicarse con la mujer para ver si necesitaba ayuda, habida cuenta de su soponcio y su impresión. Le intentaron hacer gestos de mil maneras para que se echara a la carretera en pleno ataque de pánico de aquella buena señora, que no oía bien, pero que no bajaba tampoco la ventanilla. Harto extraño todo hasta decir basta.
El fenómeno incluyó a cuatro personas y dos coches de épocas distintas.
Finalmente la señora parece que entendió lo que le estaban diciendo y comenzó a echarse a un lado del arcén. L.C. y Charlie adelantaron el coche de época e hicieron lo propio. Detuvieron el vehículo y al mirar para atrás la mujer, la niña, el soponcio y el coche de época se habían esfumado. Literalmente.
Aquello era imposible y los dos protagonistas no salían de su asombro. No podía ser, pero acababa de ocurrir. Una desmaterialización extrema. Sin rastro de ellas en ningún camino. No había ningún sendero perpendicular a la calzada, era todo campo. Hubieran oído el sonido del motor. Aún en estado de shock, de repente apareció otro vehículo que iba detrás del coche de época y que había presenciado la escena a lo lejos sin que nadie se diera cuenta.
Aquel coche les adelanta, aparca y sale un hombre totalmente desbocado a toda velocidad hacia ellos pidiendo explicaciones sobre cómo se había desvanecido un coche de época delante de él. No habían sido los únicos. Ese otro testigo confirmaba lo que había pasado.
Medio locos, se bajaron del coche tanto L.C. como Charlie y deambularon por la zona junto al tercer conductor durante una hora. Habría que haberlos visto, casi con una interrogación sobre sus cabezas en plan cómic. Pensaron en llamar a la policía pero estaba claro que nadie podría ayudarles ante algo así. Era una desaparición absolutamente extrema. Se intercambiaron los teléfonos y siguieron en contacto durante años hablando de lo que había pasado en decenas de conversaciones, siempre confirmando punto por punto lo que uno y otro vieron desde diferente perspectiva.
Lo asombroso del caso viene del análisis del mismo. Podría haber sido un coche de época en una exposición, pero su mueca de terror, su asombro, lo raro de no bajar la ventanilla (como si para la mujer hiciera mucho frío y fuera una locura hacerlo), su vestimenta abrigada y de época y por supuesto, su desaparición súbita nos hacen pensar que quizá ambos coches hubieran coincidido en distintas épocas con un vórtice espacio-temporal en donde hubieran interaccionado. Quizá para la mujer, aquel modernísimo coche también desapareció delante suya. Eso sí, no se lo dijo a nadie, quizá por miedo a que la tomasen por loca. Pero L.C. y Charlie sí lo hicieron.
Hay personas en el mundo que protagonizan incidentes dignos de la mítica retro-serie “El túnel del tiempo”, -que por cierto recomendamos-.
¿Una anomalía en matrix? ¿Un vórtice espacio-temporal totalmente fuera de control? ¿Volvería aquella mujer a su tiempo o a un universo paralelo que no era realmente el suyo? Habida cuenta de que en la carretera no se registraron desapariciones de personas en los años 40, es posible que aquella mujer y aquella niña no saltaran a otro universo y volvieran al del origen. ¿Pero por qué ellas y por qué desaparecieron de repente, por qué la experiencia duró tan poco tiempo? Un caso curioso e intrigante como pocos que se enmarca en los incidentes de vórtices temporales que estudiamos en ufopolis desde hace algún tiempo y que nos encantan. Si os ha gustado este artículo podéis ver el especial que hicimos sobre túneles del tiempo descubiertos por los gobiernos, que es un tema apasionante.
Fuente:http://www.ufopolis.com/2015/04/el-vortice-espacio-tiempo-del-coche-de-los-anos-40/
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