domingo, 5 de junio de 2016

Una píldora podría combatir la obesidad y la diabetes


pildora

Esta gragea combina compuestos que se encuentran en 

las naranjas y las uvas rojas.

Unos científicos de la Universidad de Warwick (Coventry, Reino Unido) han encontrado que la combinación de dos compuestos que se encuentran en las uvas rojas y las naranjas se podría utilizar para mejorar la salud de las personas con diabetes tipo 2 y reducir los casos de obesidad y las enfermedades del corazón, según indica un estudio publicado en Science Daily.
El equipo investigador argumenta que esa píldora desarrollada a partir de hesperetin y transresveratrol, que la prensa local ya define como "milagrosa", mejoraría la salud de las arterias y disminuiría el azúcar dañino en la sangre.

"Este avance podría tener un gran impacto enorme" porque, "además de ayudar a tratar la diabetes y las enfermedades del corazón, podría desactivar la bomba de tiempo de la obesidad", ha afirmado el responsable de los trabajos, Paul Thornalley. 
Sin embargo, estos especialistas han advertido que el efecto curativo no se obtiene al aumentar el consumo de naranjas y las uvas rojas, que supondría un consumo excesivo de azúcar y tendría los efectos opuestos, sino que sus compuestos solo se deben consumir en dosis farmacéuticas. 

























Fuente:https://scienceactual.blogspot.com.es/2016/06/una-pildora-podria-combatir-la-obesidad.html

jueves, 2 de junio de 2016

Giant UFO Sighting | Huge Weird Shape UFO Spotted Over Austin | Latest A...

El misterio de Funny River: el lugar donde las personas desaparecen sin dejar rastro,


Foto: El incendio del río permitió que se hallase un misterioso cadáver. (CC/Josh Turnbow)

De entre los miles de seres humanos que se esfuman en Alaska, la historia de Rick Hills y Richard Bennett es seguramente la más terrible (y triste) de todas ellas




En Alaska están acostumbrados a las desapariciones. Cada año, alrededor de 3.000 personas se esfuman en la península, una cifra aún más llamativa si tenemos en cuenta que en ella viven 736.732 personas, según el censo del año 2014. En muchos casos, estas personas aparecen, vivas o muertas: muchos exploradores y suicidas se decantan por la soledad de dichos parajes. En otros, las condiciones naturales del Estado americano, plagado de ríos, glaciares y un frío extremo, complican la búsqueda. Casi todos sus habitantes conocen a alguien que desapareció sin dejar rastro.
El periodista Alex Tizon, premio Pulitzer por su libro 'Big Litle Man: in Search of My Asian Self' (Houghton Mifflin) estaba visitando Alaska en enero de 2005 para investigar el “fenómeno de las personas ordinarias que desaparecen mientras hacen cosas ordinarias” cuando se topó con una de esas historias trágicas y surrealistas que nos hacen sentir vértigo sobre nuestro lugar en el mundo.
Las huellas de Rick salían de la puerta del conductor y se internaban en el bosque. Se esfumaban en una pista de aterrizaje abandonada
Su viaje le había llevado a la península de Kenai, y concretamente, a Soldotna, su ciudad más grande (por decir algo: apenas 4.000 personas viven ahí). Allí conoció a la madre de Rick Hills, Dolly, y a su pareja, Heidi, con quien tenía dos hijos. Rick había desaparecido en febrero de 2004, a los 35 años, poco después de volver a casa tras terminar un pequeño trabajo en una plataforma petrolífera. Aquel día había cogido su camioneta Dodge para recoger un cheque en Anchorage, pero nunca volvió a casa.
El vehículo fue encontrado dos días después, a unos 25 kilómetros de su casa, cubierto por la nieve. Tenía las llaves puestas, el carnet de conducir en el asiento del copiloto y 292 dólares en la guantera. Las huellas, que mostraban la inequívoca cojera de Hills, salían de la puerta del conductor y se internaban en el bosque. Estas llegaban hasta el porche de una casa a unos 400 metros, pero partían otra vez hacia una pista de aterrizaje abandonada y ahí desaparecían.

Su familia descartaba el suicidio. No tenía ningún motivo para hacerlo, y de hecho, le había preguntado a sus hijos si querían acompañarle a hacer el recado. Tampoco pensaban que hubiese perdido la vida en el bosque, porque estaba acostumbrado a vivir en la naturaleza. Aunque le gustaba irse de fiesta toda la noche, emborracharse y tomar cocaína, su mujer señalaba que ello nunca le había impedido volver a casa. Los Hills oyeron la respuesta más convincente de boca de una adivina, que les explicó que Rick había sido robado por dos hombres y que lo habían abandonado para que se congelase hasta morir. Pero que pasarían 10 años hasta que pudiesen encontrarlo.
En la primavera de 2014, un gran fuego devastó gran parte de la península de Kenai. Mientras intentaban apagarlo, los bomberos encontraron huesos humanos reducidos a cenizas, lo que complicaba la identificación del cuerpo. Estaban extendidos en un radio de cinco kilómetros cuadrados, junto a varios cuchillos de caza, un mechero, un teléfono móvil, dos monedas y dos botones. El cadáver planteaba más preguntas que respuestas resolvía. Sin embargo, cuando la historia llegó a los oídos de Dolly Hills, que vivía a apenas 32 kilómetros del lugar del hallazgo, no pudo evitar preguntarse: “¿será Rick?”. No lo era.
Un cuerpo en el bosque
En el año 2005, Richard Bennett desapareció en la península de Kenai. A sus 39 años, era un hombre de pocas palabras, aunque amable, que disfrutaba pasando mucho tiempo en el bosque, ya que su padre le había enseñado a cazar y pescar a una temprana edad. Cuando desapareció vivía en un tráiler en Sterling. Su padre, Leon, y su tía Jane, pasaron a visitarlo un día de agosto después de haber pasado un tiempo sin saber nada de él, mientras su madre enferma, Betty, descansaba en casa.
La pierna derecha mostraba una lesión, y Richard se había fracturado la extremidad en un accidente de moto en 1980
No parecía haber señales de vida en el tráiler. Sin embargo, se encontraron algo que les daría un vuelco al corazón: sus posesiones habían sido trasladadas a una cabaña y varias cajas habían sido etiquetadas con nombres de amigos y parientes. Estas contenían objetos que les podían resultar útiles a dichas personas, como si Richard estuviese repartiendo su herencia. Sin embargo, su familia desconfiaba de que se hubiese suicidado.
Tras recabar información de los vecinos, los Bennett decidieron investigar los bosques contiguos. Tardaron alrededor de cuatro horas en encontrar un esqueleto humano a unos 250 metros del tráiler, eso sí, sin cabeza. Llevaba puestos unos vaqueros Levi's y una sudadera azul. El tamaño parecía ser el de Bennett. Leon le dio la vuelta y tocó los restos del torso: era él. Ya que el laboratorio de Texas encargado de hacer las pruebas de ADN no podía tener los resultados antes de 18 meses, los investigadores decidieron usar otra vía para identificar el cadáver y no alargar más la agonía de la familia.


Una casa en el campo de Soldotna. (Flickr/Jon Johnson)


La pierna derecha del esqueleto mostraba una lesión, y Richard se había fracturado la extremidad en un accidente de moto en 1980. Para los investigadores, era razonable pensar que se trataba del hijo de Leon y Betty, por lo que permitió celebrar por fin un funeral el 23 de junio de 2006 y poner fin a su proceso de duelo. Sin embargo, había algo que no sabían, aunque quizá de haberlo hecho tampoco habrían cambiado las cosas: el tráiler donde vivía Richard se encontraba a menos de 800 metros de donde se había hallado la camioneta de Rick.
Dos cartas para una tragedia
Fue la teniente Kat Shuey, una veterana policía de la Oficina de Investigación de Alaska, la que dio con la clave del enigma. Después del hallazgo de la primavera de 2014, Shuey solicitó una lista de los desaparecidos en dicha zona, en la que aparecían Rick Hills y Richard Bennett. Sin embargo, había algo extraño: Bennett había sido enterrado, pero aún aparecía en la categoría de “desaparecido” en los archivos de la policía. En su archivo encontró la pieza perdida del puzzle: la carta sin enviar del laboratorio de ADN que confirmaba que el cadáver no pertenecía a Richard Bennett, fechada 16 meses después de que alguien fuese enterrado con su nombre.
Las palabras no pueden expresar la magnitud de la disculpa que su familia y usted merecen por los errores cometidos por la policía
Dos oficiales llamaron a la puerta de la familia Hills y Bennett a finales de agosto de 2014. “Empiezo esta carta siendo consciente de que las palabras no pueden expresar adecuadamente la magnitud de la disculpa que su familia y usted merecen basados en los errores cometidos por los policías de Alaska”, comenzaba la misiva ante la consternación de unos y otros. En ella se explicaba a los Hills que se había encontrado el ADN de su hijo desaparecido en un cadáver que llevaba casi 10 años enterrado en una colina a apenas unos kilómetros de su casa. A los Bennett se les explicaba que el cuerpo del que pensaban que era su hijo no pertenecía a Richard Bennett, sino a otro hombre llamado Rick Hills, pero que el cadáver encontrado apenas unos meses antes en Funny River no era tampoco el de su hijo. En otras palabras, nueve años después de su entierro, no había ninguna pista física sobre el paradero de Richard Bennett.
Ambas cartas concluían de la misma manera: “Entiendo que no hay nada que pueda decir que repare la devastación que debe sufrir su familia. Por ello, lo lamento terriblemente. Firmado, coronel James Cockrell, director de Alaska State Troopers”. Poco después de recibir las misivas, ambas familias se pusieron en contacto para intentar atar cabos y compartir su dolor. Allí descubrieron que Rick y Richard, que nunca se habían conocido pero que seguro que se habían cruzado en varias ocasiones, tenían mucho en común: altura, peso, edad, la misma lesión en la pierna.


El río Kenai a su paso por Cooper. (Frank K./CC)


La familia Hills sigue sin saber qué pudo pasar con Rick, aunque sospechan que puede tratarse de “algo turbio”. Leon decidió no decirle nada a su mujer, que se encontraba gravemente enferma, y murió en abril de 2015. En julio del pasado año, el 'Alaska Dispatch News' informaba del descubrimiento de la identidad del cadáver de Funny River. Se trataba de James Allen Beaver, desaparecido en 2011 a los 42 años y que había sido compañero del instituto de Rick Hills.
10 años después de la primera muerte de su hijo, Leon vive en la incertidumbre. “No quieres regodearte, probablemente está muerto, pero no puedes pasar por alto que hay una esperanza”, le explicaba al periodista. Quizá no se había suicidado, quizá había cambiado de vida, o se había internado en el bosque para pasar ahí el resto de sus días. “No muchos pueden hacerlo”, recordaba. “Pero si hay alguien que puede, ese es mi hijo”.
































Fuente:http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-03-19/misterio-funny-river-personas-lugar-desaparecen-dejar-rastro_1170200/

El verdadero misterio de Nazca, resuelto

Foto: Vista de un puquío cerca de Nazca. (Wikicommons)

Solemos asociar esta cultura precolombina, situada en lo que hoy es Perú, con sus famosas líneas. Pero estas no fueron la más increíble de sus creaciones


La cultura nazca, que se desarrolló en los primeros siglos de nuestra era en uno de los desiertos más áridos del planeta -en lo que hoy es el departamento de Ica en Perú–, es una de las civilizaciones precolombinas que más pasiones levantan, quizá porque su historia está rodeada de misterios.
Sin duda, son los gigantes geoglifos -las famosas líneas de Nazca- los que han hecho de esta civilización una de las grandes obsesiones de los arqueólogos. Pero nos equivocamos si pensamos que estas figuras son la única creación reseñable que ha llegado a nuestros días de su cultura.
Quizá menos impresionantes, pero más extraños si cabe, son los puquíos, un sofisticado sistema de acueductos que continúa funcionando en nuestros días, y que permitió a los habitantes de la región hacer frente a las frecuentes sequías y desarrollar una agricultura sólida.
Aunque en la actualidad siguen en activo 36 puquíos (y se conocen otros 20 en desuso), su sistema de conductos nunca había sido explorado. Hasta ahora. Un equipo del italiano Institute of Methodologies for Environmental Analysis (IMAA), dirigido por la doctora Rosa Lasaporana, ha adelantado a la BBC las conclusiones de una investigación que, gracias a la utilización de imágenes de satélite, revela el funcionamiento de este misterioso sistema de irrigación.
Agua para todos
Según Lasaprona, los puquíos son la parte visible de un sistema “hidráulico construido para extraer agua de los acuíferos subterráneos del desierto”, lo que permitió el florecimiento de una civilización avanzada en una zona tremendamente inhóspita.
Gracias al examen de las imágenes por satélite, Lasaporana y sus colegas han logrado entender la distribución de los puquíos en la región y su situación respecto a los asentamientos cercanos, que son más fáciles de ubicar y datar.
Los puquíos fueron el proyecto hidráulico más ambicioso del área de Nazca y permitieron tener acceso al agua durante todo el año
“Lo que es evidente es que el sistema de puquíos debía estar mucho más desarrollado de lo que parece hoy en día”, explica la investigadora. “Al permitir la explotación de un suministro de agua inagotable durante todo el año, el ingenio contribuyó a crear una agricultura intensiva en los valles de uno de los lugares más áridos del mundo”.
Según los científicos italianos, una serie de canales permitían extraer el agua subterránea y conducirla a las áreas donde se necesitaba; todo lo que sobraba se almacenaba en depósitos superficiales. Hasta la fecha, se pensaba que la parte visible de los puquíos, una especie de chimenea en forma de tirabuzón construida encima de los canales, servía tan solo para acceder al sistema y efectuar las labores de mantenimiento, pero el equipo de Lasaparona asegura que la abertura está diseñada para introducir corrientes de viento en la canalización, las verdaderas encargadas de desplazar el agua de una zona a otra.
“Los puquíos fueron el proyecto hidráulico más ambicioso del área de Nazca y permitieron tener acceso al agua durante todo el año, no solo para regar, sino también para el uso doméstico”, explica Lasaporana. Hoy sabemos que los nazcas debieron cultivar de forma exitosa maíz, frijol, calabaza, zapallo, yuca, maní, ají, guayaba, lúcuma, pacae y algodón, algo que habría sido imposible si hubieran tenido que depender de los ríos de la zona, que solo llevan agua unos 40 días al año.
Aún quedan preguntas por resolver
Aunque la investigación italiana ha revelado la forma en que funcionaban los puquíos, aún no está clara su datación exacta y, sobre todo, la forma en que fueron construidos.
La primera incógnita se puede resolver por aproximación, pero dadas las característica de los túneles, es imposible usar técnicas de radiocarbono para conocer la época exacta de su construcción. Hay quienes defienden que fueron construidos por arquitectos nazcas en una fecha tan temprana como el 540 a.C., y hay quien piensa que ni siquiera es obra de estos, sino de los españoles. A esto hay que añadir que, al igual que todas las culturas precolombinas a excepción de la maya, los habitantes de la zona no conocían la escritura y, por tanto, no dejaron ningún registro histórico que nos pueda dar alguna pista; y en caso de que el invento fuera cosa de Pizarro y compañía, no se explica por qué nadie anotó nada sobre su construcción: el primer registro histórico de los canales data de 1605 y hace referencia a una arquitectura preexistente.

Un canal de irrigación perteneciente al sistema de puquíos. (Abel Pardo López/CC)


Respecto a la la forma en que fueron construidos, Lasaporana tiene claro que el misterio continúa: “La construcción de los puquíos implicó el uso de una tecnología particular muy especializada. Sus constructores no solo necesitaron un profundo conocimiento de la geología del área y las variaciones anuales de la disponibilidad de agua: además, mantener los canales era un enorme desafío técnico, ya que se extienden a través de fallas tectónicas”.
En opinión de la investigadora, procesos técnicos aparte, los puquíos solo pudieron ser fruto del trabajo de una civilización muy avanzada y jerarquizada para aquella zona y esa época. “El mantenimiento debió estar basado en un sistema social colaborativo y organizado, similar al que exigía la construcción de las famosas líneas de Nazca, que en muchos casos están claramente relacionadas con la presencia de agua”, asegura Lasaporana.
La región de Nazca esta aún hoy repleta de canales de irrigación y depósitos de agua (llamados localmente “cochas”), dependientes del sistema de puquíos
Es probable, según la investigadora, que al igual que el Imperio romano se construyó gracias a un complejo sistema fiscal y unas infraestructuras nunca vistas, los puquíos fueran la herramienta de la élite de la cultura nazca para sostener el poder, pues les permitían controlar la distribución del agua, que, en una zona tan desértica, era la llave para ejercer un control absoluto.
La región de Nazca está aún hoy repleta de canales de irrigación y depósitos de agua (llamados localmente 'cochas'), dependientes del sistema de puquíos. Y muchos siguen sirviendo a los agricultores de la zona tal como lo hacían hace más de 2.000 años.






































Fuente:http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-04-14/el-verdadero-misterio-de-nazca-puquios-rosa-lasaporana_1183239/