A finales del siglo XIX era costumbre fotografiar a los seres queridos que habían fallecido. Los retratos post mortem entremezclaban la melancolía por el ser querido con el misterio que rodea a la muerte. Son fotos tomadas a difuntos y que implican un primer acercamiento de la fotografía a la representación de cuerpos muertos. Sacar a la luz la imagen de un cadáver hoy se considera un tabú, pero a finales del siglo XIX se trataba de una práctica habitual que no tenía otra intención que la de tratar de entender la muerte y representarla, esfuerzo que se daba ya en los inicios de la historia del hombre……
“La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente.”
-François Mauriac-
-François Mauriac-
Fotografía de una mujer con su bebé fallecido en los brazos, observen la expresión de tristeza en sus ojos, mientras que el bebé parece que está durmiendo.
Las imágenes captadas posterior al fallecimiento de una persona forman parte de la historia de la fotografía. Cuando el uso de las cámaras fotográficas comenzó a popularizarse; muchas personas utilizaron la invención de este artefacto para preservar un recuerdo de sus seres queridos que habían fallecido.
Como a finales del Siglo XIX, principios del XX, los índices de mortalidad eran muy altos (sobre todo en los niños), gracias a esa necesidad de guardar una imagen “física” de esa persona, surgió este oscuro género.
“Angelitos” esa era la forma como se le llamaba a los niños o bebés recíen nacidos o de pocos meses que fallecían (de hecho creo que en México, en la época actual todavía se les llama así). Pero volviendo a la época de La Fotografía Post Mortem, cuando las familias eran numerosas y tenían entre 8 y 10 hijos, era muy común que de toda esa descendencia, siempre murieran varios de ellos (como en el caso de mi familia, que además de Cipriano, hubieron otros hijos que fallecieron siendo bebés de pocos meses o recién nacidos).
¿Pero por qué se les llama “Angelitos”?, la respuesta es muy simple: en la religión católica, se tiene la creencia de que los niños que mueren sin pecado original, pero habiendo sido bautizados, al fallecer van directamente al cielo para convertirse en “Angelitos”.
En cambio, los niños o bebés que no han sido bautizados, y que muchas veces reciben ese sacramento en sus últimos momentos (me tocó atestiguar un caso de ese tipo muy de cerca); pero en esa época, muchas veces los niños que fallecían sin haber sido tocados por las aguas bautismales, eran enterrados con los ojos abiertos para que pudiesen ver “La gloria del señor”.
En esta fotografía el niño aparece como si estuviera durmiendo, podemos apreciar que tiene una flor cerca de sus manos (que muchas veces simbolizaba la brevedad de la vida) y aunque su expresión no es la mejor de todas, llama la atención que su postura demuestra lo detallado de la escena en la que incluso tiene las piernas cruzadas.
Durante los primeros años de la fotografía “Post Mortem”, se acostumbraba fotografiar los cuerpos de las personas fallecidas como si estuviesen durmiendo. Aparte de que eso era un intento por suavizar lo tétrico de la situación, el colocarlos en una postura de sueño, era representar en cierta manera “El Eterno Descanso”.
Tomando en cuenta este contexto, las fotografías de niños fallecidos, junto a sus padres o a sus hermanos, eran una costumbre muy arraigada y que por ende no era mal vista.
Esto permitió que se conservaran hasta la actualidad, imágenes de hermanos y padres que aparecen junto a sus difuntos hermanos o hijos, madres que sostienen a sus bebés de pocos meses en el regazo, niños y niñas con la mueca de muerte reflejada en la comisura de los labios, ojos con la mirada perdida en el infinito, etc, etc, son algunas de las imágenes que nos regala La Fotografía Post Mortem, como única prueba de que esa persona existió.
Por esta época, las personas que se encargaban de realizar ese tipo de fotografías se volvieron muy cotizadas, ya que por lo peculiar de su oficio, sus servicios eran muy demandados y muchas veces demasiado caros, porque a parte de que el trabajo requería de que el fotógrafo se trasladara hasta el lugar donde la persona habia fallecido, era todo un show montar el set donde posaría la persona que se deseaba fotografiar para lograr una imagen con actitud “apacible”.
Las imágenes del Memento Mori se volvieron todo un arte y en pleno Siglo XIX era muy común leer en los diarios de mayor circulación, anuncios que decían: “Se retratan cadáveres a domicilio a precios acomodados”… o “artísta fotogénico” recién llegado de París, el cual se encarga de “retratar a los difuntos como cuadros al óleo”.
Esa era la manera como publicitaban sus servicios en aquella época.
El fotógrafo mexicano más famoso en este tipo de fotografía fue Juan de Dios Machain artista tapatío, quien captó a través de su lente, principalmente velorios de niños en el estado de Oaxaca
Una característica muy peculiar de este tipo de fotografía fue que se volvió una práctica muy común, disponer de los cadáveres de tal manera que simularan estar realizando algún acto cotidiano, proceso que incluía muchas veces, abrir los ojos del difunto, utilizando utensilios diversos (por lo general era una cucharita de café), la cual se empleaba como herramienta para colocar nuevamente en su lugar el ojo en la cuenca.
De hecho, se solía dar completa libertad a la persona encargada de tomar la imagen, para vestir y disponer del cuerpo como considerara apropiado.
Estas fotos en particular en las que aparecía un cadáver rodeado de su familia, se convirtieron en verdaderas puestas en escena en las que se intentaba conferir cierto humanismo al rodearlos de flores, familiares, mascotas, etc. en un intento por “suavizar” la situación y transformar la imagen de desdicha y desgracia, en algo más cálido y familiar, ya que, como lo comenté antes, muchas veces esa última fotografía iba a ser la única prueba de que esa persona había existido (como en la foto de abajo, que aparece un niño o niña rodeada de su familia y como si estuviera durmiendo con algunos de sus juguetes al lado).
Un dato muy interesante es que contrario a lo que pudiera pensarse, La Fotografía Post Mortem era muy cara, pero muchas veces era mucho más barata que realizar un retrato al óleo por la mano de un artista, puesto que ese tipo de representación artística quedaba reservado a las familias de dinero.
en esta foto reposa la joven fallecida y sus padres sosteniendola
Conforme el tiempo fue avanzando, La Fotografía Post Mortem fue evolucionando, así las imágenes de difuntos que se muestran “cenando” en la misma mesa con sus familiares vivos, hijos adultos en el reagazo de sus padres, abuelos fallecidos con sus trajes elegantes, sostenidos por su bastón se volvieron muy comúnes y los “artistas” de este tipo de foto comenzaron a agregar elementos que se volvieron “íconos”, por ejemplo una rosa con el tallo corto y vuelta hacia abajo para señalar la muerte de una persona joven o relojes de mano que indicaban la hora en que la persona había fallecido.
La imagen que vemos al pie de este párrafo, es perfecta para ejemplificar como La Fotografía Post Mortem se convirtió en todo un arte, en el que los fotógrafos se valían de elementos como las flores para “adornar” la escena, e incluso fabricaban “soportes disimulados” para sostener la cabeza y el resto de los miembros de la persona que posaba, para evitar que se moviera y darle al mismo tiempo, un efecto más natural, como el que se aprecia en esta imagen en la que muy posiblemente el bebé de la foto pudo estar detenido por la parte de atrás del sillón sobre el que posa.
Respecto al maquillaje, los fotógrafos de aquel entonces, se convirtieron en auténticos artistas, pero tenía que ver mucho la causa de la muerte de la persona, porque aunque a veces se lograban resultados muy buenos, había otros en los que era ya demasiado el tiempo que había pasado entre el deceso de la persona y el momento de la fotografía que resultaba muy difícil lograr una “apariencia serena y natural” y en los que el resultado era medio macabro como en la siguiente fotografía:
En la imagen de este bebé se aprecia claramente que como en todas las profesiones, existe gente que hace muy bien su trabajo, mientras que con otras sucede exactamente lo contrario… Es muy evidente que quienes captaron esta imagen, pretendían que el bebé no mostrara ningún signo de muerte, y para ello se trabajaron especialmente los ojos, que quizá fueron retocados a mano después y el resultado obvio no es muy bueno.
Ese tipo de retoques con colores (que era algo así como el photoshop de la prehistoria), era una técnica muy recurrente para mejorar las fotos, pero en el caso de esta imagen, logra el efecto contrario, ya que el bebito carece de expresión y tiene la mirada totalmente perdida, algo impropio para alguien de su edad. En las fotos Post Mortem, los cadáveres nunca sonríen, debido a lo difícil de conseguir ese efecto tras el rigor mortis, lo cual explica porque los fotógrafos de ese tiempo se concentraban en especial en la apariencia de los ojos, pues toda la fuerza de la expresión del difunto dependía de la calidad obtenida en la mirada.
Esta imagen, muestra como se utilizaba “el retoque” a mano con colores, pues si se fijan a detalle, tanto la madre como el niño fallecido que tiene en los brazos tienen ligeramente coloreadas las mejillas.
Así era la fotografía “Post Mortem”, con toda seguridad muchos de ustedes recordarán la película “The Others” (“Los Otros ole Kidman y que aunque no profundiza en el tema, si nos da una idea de lo que representaba esta costumbre de fotografiar a los muertos.
Existen muchas imágenes de personajes famosos captados después de su muerte, en México por ejemplo, el tema es muy extenso y podríamos mencionar las fotografías de la época de la revolución en las que aparecen Pancho Villa, Francisco I. Madero, Venustiano Carranza e incluso Benito Juárez después de su muerte, y aunque el tema es muy extenso, en esta ocasión yo quise enfocarlo más bien al tipo de fotografía que representa la forma en que la gente común que vivió en esa época afrontaba un proceso natural como lo es la muerte y la forma que tenían de afrontar su duelo.
Aunque esta práctica desapareció conforme pasó el tiempo y llegaron otros adelantos tecnológicos (que sería buen tema para otro post analizar como vivimos y afrontamos en la actualidad la muerte y como empleamos la tecnología particularmente en este proceso); no deja de ser interesante conocer como era todo esto y darnos cuenta que por más siniestro que pudiera parecer ahora para nosotros, la gente de ese entonces no lo veía así y forma parte de la historia de la fotografía.
A manera de conclusión lo único que me resta para compartirles es que después de investigar un poco sobre el tema, y pensando un poco todavía en la fotografía de Cipriano, llegué a la conclusión de que nosotros los que vivimos en la época contemporánea tenemos algo en común con la gente de otros siglos, y que no es otra cosa más que esa eterna intención de preservar más allá de nuestra memoria un recuerdo de las personas que ya no están con nosotros, eso es algo que continúa vigente; pues apesar de que nosotros ya no tomamos fotografías a los difuntos, compartimos con nuestros antepasados la idea de que una persona “muere” o “desaparece” realmente, cuando la dejamos de recordar.
“No solo la vida produce un sueño,
también la muerte sólo que este es eterno”…
también la muerte sólo que este es eterno”…